Escribo esta entrada tras observar una interesante actitud en nuestra profesión, aunque por otro lado no es nueva, sino que es tan antigua como dicha profesión. La verdad es que la tenía medio escrita hace ya días, y como llevo un buen lapso sin tener un minuto libre, creo que ya es el momento de sacar esta entrada a la luz.
Por un lado, desde el área de calidad yo preparo con cariño la metodología para cada proyecto:
- Adapto los procesos y herramientas.
- Adapto las plantillas al entorno, cliente, tecnología...
- Adapto el número de plantillas y procesos a cubrir al tamaño del proyecto y sus requerimientos de rigor, etc.
- Finalmente, intento detectar gaps que me indiquen que se trabaja más de la cuenta, y no se aporta valor al proyecto o a la empresa. El objetivo es hacer lo mínimo indispensable, y buscando siempre que nada se haga dos veces en dos sitios distintos.
- Luego con el día a día, compruebo si los proyectos necesitan algo (de más, o de menos).
Dicho esto, puedo encontrarme con la siguiente situación: para comunicar algo, alguien del proyecto manda un correo al cliente usando como adjunto un word en blanco (y unas frases escritas en él, sin ningún formato, logo ni orden prefijado).
Cuando lo reviso, realmente me pregunto porqué no se usó la plantilla que yo con tanto esfuerzo había preparado. Y no es porque me haya costado tiempo. En esta profesión, desde que se es programador, hay que aprender a que el trabajo (código o lo que sea) no es nuestro. No hay que tener el apego que se tiene a una obra de arte o a un hijo nuestro. Si hay que rehacerlo, o si hay que aplicar un cambio, se acepta. Eso no significa que lo hagamos con desgana ni sin cariño. Significa que hay que aceptar esos cambios igual que se acepta que un hijo tomará su propio rumbo lejos de nosotros algún día.
Volviendo al tema, a que si recibiéramos un documento de una empresa o del gobierno, nos gustaría que dicho documento no estuviera en blanco...sino que tuviera un formato...un logo identificando al organismo o empresa que nos lo envía...Sin embargo, cuando se trata de mandar al cliente un documento...¿porqué no usar una plantilla si ésta se encuentra ya disponible? ¿No da su uso una imagen de profesionalidad, coherencia y buen hacer?
¿No tiene el código su estilo, tabulaciones, estructura y formato? ¿Porqué no hacer lo mismo en lo único que va a ver el cliente (los documentos)? ¿No es cada día más común el usar patrones y estructuras de código estándares y que de esta forma nos aceleren el desarrollo?
Yo creo que el problema está en nuestra percepción de la diferencia entre el código y los documentos. El código lo vemos como algo que es para nosotros, y por eso le dedicamos más tiempo y atención. Sin embargo, la documentación nos es ajena: es algo para el jefe, o para el cliente.
Y aquí, en mi opinión, es cuando pecamos de no aplicarnos lo que exigimos a los demás. El código que nos pasan los compañeros nos gusta que esté estructurado y cumpla un estándar, si es posible, coherente y común en todo el proyecto. Pero no sentimos la misma obligación de seguir un estándar a la hora de por ejemplo usar un documento de cara al cliente.
Hay otro problema añadido con los documentos, y es que tienen la habilidad pasmosa de salirse de contexto. Un word adjunto a un correo, tiene sentido. Pero cuando alguien lo copia y pega en otro correo...o lo guarda en una carpeta de red...ya hemos perdido el contexto. Perdemos el autor, la fecha, la empresa...(oh, claro, tenemos las propiedades del documento, que ni son obvias ni fáciles de ver, aparte de que no demuestran un autor, sino la máquina desde la que se creó).
¿Y tú? ¿Eres de los que prefieres usar un documento en blanco aún cuando existan plantillas para algo? ¿O prefieres inventar la rueda una y otra vez excusándote en la creatividad?
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